EL LABERINTO DE MUÑOZ MOLINA

EL LABERINTO DE MUÑOZ MOLINA


Texto y Fotos Jesús Pozo

Muñoz Molina ha reivindicado hoy en la Residencia de Estudiantes la libertad para el creador. He salido de aquella abarrotada sala con la sensación de haber participado en un laberinto experimental en el que el autor abría y cerraba puertas casi a su antojo. Digo casi porque ha contado con la bendita complicidad de un presentador de lujo, Carlos Santos, que, como siga así, acabará dedicándose exclusiva y felizmente a fijar retratos literarios y ser imprescindible en cualquier presentación cultural que se precie en Madrid.

Es difícil mantener la atención de más de doscientas personas sin poner ni una sola imagen en una sala con sillas que, aunque de buena madera, son plegables. Difícil, sobre todo, cuando no hay edad media ponderable porque había público de todas las edades.

Muñoz Molina, aprovechando las medidas y certeras preguntas de su compañero de mesa, fue desgranando su teoría de la literatura y del escribir que ha plasmado en ‘Como la sombra que se va’. Nos han presentado un libro que parece no ser una novela -aunque se presente como tal- y en la que el autor es personaje y paisaje a la vez que cerebelo del teórico protagonista de la historia (el asesino de Luther King). Al parecer, es uno más que pasaba por la libertad creadora del autor-protagonista-personaje que se lo apropia sin pudor.

Me he quedado con la sensación de que Muñoz Molina ha decidido andar y escribir lo que quiere. He entendido que ha decidido colocar lo que quiera y cuando quiera en sus textos y en el momento que le apatezca en su trama personal. Pero que nadie piense que sea ni un autorretrato, ni una reivindicación. Quede claro.

Pero como Carlos Santos es inasequible al desaliento cuando entrevista ha insistido también en sonsacarle al autor si un pronombre “Tú”, que aparece en varias ocasiones, era otro juego del autor-personaje-protagonista para reivindicar a su mujer, Elvira Lindo, como un guiño juguetón.

Muñoz Molina ha respondido con una enorme elipsis literaria en la que nos ha dado tiempo hasta para conocer su opinión sobre los artistas y escritores que, para poder crear o crear con ingenio, usan de diferentes tipos de drogas. ‘Es una idiotez’ ha sentenciado. Y después, nos hemos quedado con las ganas de saber si era Elvira ese ‘Tú’ que había descubierto Carlos Santos. Supongo que pretende que entremos en su laberinto de 531 páginas para encontrar también esta salida.

Ha sido una magistral clase académica de lo que debe ser una novela y el por qué se debe escribir.

Pero ha ocurrido una extraña circunstancias más dentro del laberinto: durante la posterior firma de libros, el autor-personaje-protagonista se ha quedado dentro y no ha mirado a los ojos de las personas-lectores-clientes que se asomaban para obtener su rúbrica después de pagar los 21,90 euros correspondientes. Al menos, en el tiempo en el que yo me he asomado al laberinto a mirar. Eso, creo que no es bueno.

Pero hemos echado una muy buena tarde literaria.

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